Mi relación con ALTAR EGO, de Kathy Lette no ha sido buena. En absoluto. Desde que lo ví por primera vez ha sido uno de esos libros a los que les das vueltas muchas veces: lo coges, lo miras, no te disgusta pero tampoco te llama demasiado así que lo dejas en la estantería de la librería para mejor ocasión. Y así sucesivamente hasta que lo ves rebajado y piensas que de esta forma sí merece la pena.

Porque de otra forma, una sinopsis tan escasa no atrapa a nadie...
Rebecca tiene 32 años. Su novio, Julian, es un abogado de éxito, guapo, elegante y con dinero. Viven juntos desde hace tiempo y les va bien. Pero entonces, ¿qué necesidad tiene ella de estar vestida de novia en medio de flores, regalos y nervios mientras sus amigas, Anouska y Kate, hacen de ángel y demonio, respectivamente, susurrando en sus oídos, mientras Julian espera frente al altar? Una ventana lo suficientemente grande es toda una invitación... Por si acaso, la boda tendrá que esperar.
Advierto que a continuación voy a rajar, y de lo lindo, sobre este libro, incluyendo spoilers como catedrales. Bueno, lo que voy a hacer es destripar toda la trama, que no tiene desperdicio.

En realidad, debí seguir mi instinto la primera vez que me dijo que dejara de leerlo, al segundo capítulo, porque estaba siendo un horror. Sin embargo, me obligé a seguir adelante un poco más: malísimo tiene que ser un libro para que me lo deje a medias. Tenía la esperanza de que cambiara... Pero no lo hizo. Y la puntilla me la dió en la página 304, cuando el libro dió un salto atrás en el tiempo y me llevó otra vez a la página 225 (pero no era un error de numeración, no: eran páginas repetidas), y luego de la 248 salté de nuevo hacia delante en el tiempo hasta la página 337. Unas cuantas páginas perdidas, aunque se deducía claramente lo que pasaba en ellas...

Pero bueno, de éso la autora no tiene la culpa. Claro que ella solita se había encargado de que su libro me pareciera horrendo.

Para empezar, Rebecca Steele me cae mal porque es una mujer egoísta que no mira más allá de su propio ombligo, y que durante toda la historia te apetece escupirle en un ojo. ¿De verdad? Sí, porque el día de su boda (no antes, claro), decide que no se quiere casar porque el matrimonio es horrendo y bla-bla-bla, así que salta por la ventana (literalmente). En esto que se encuentra a su novio, pánfilo como él solo, y le cuenta que se ha cagado y que no quiere casarse, así que se cancela la boda. Ea. Tan normal. Luego ellos dos siguen viviendo juntos porque el tal Julian (el novio) es tan abnegado como gilipollas. Después de esta anécdota sin importancia de cancelar su boda, se van a otra, donde aparece un cantante rapero de color, y Rebecca decide tener sexo oral con el chico: también lo más normal.

Más tarde, Rebecca decide casarse con Julian, así, porque se le cruza un cable, y lo hacen en un juzgado, sin decírselo a nadie. A continuación Julian le monta una fiesta a Rebecca y ella se lo hace con el rapero en su casa, que encima coincide con que es cliente de Julian, quien los pilla en faena. Por fin a Julian le corre algo de sangre en las venas y le monta una escenita a Rebecca. Lo siguiente es que ella se va a vivir con el rapero mientras comienza el divorcio. El representante del rapero la acosa sexualmente (no recuerdo muy bien cuándo). Ella se da cuenta de que en realidad le gustaba Julian, pero ahora él no quiere volver con ella ya que se está acostando con la mejor amiga de Rebecca mientras ella le acosa.

Pero no importa, porque al final a Julian le parece estupendo acostarse con Rebecca, todo eso a espaldas de las parejas de ambos (la amiga y el rapero respectivamente). Después Rebecca se queda embarazada, otra anécdota más, pero pierde al bebé que no se sabía de quién era. A todo esto, Julian deja a una amiga de Rebecca y va a por la otra amiga (todo queda en un reducido círculo de amistades), y se va a casar con ella. Entonces Rebecca va a verlo a su boda y él se escapa para irse con Rebecca igual que ella se escapó al principio de su propia boda.

UN AUTÉNTICO BODRIO.

Porque además, resulta que la narración es horrorosa: se nada en hipérboles de todo tipo que te alejan de lo que en realidad se quiere decir. Tanto es, que llega un momento que no está claro lo que se está contando. Algo parecido a lo que me pasó con otro libro, que tanta exageración para ser gracioso termina hartando y siendo un lastre. Por si eso fuera poco, la autora abusa de juegos de palabras en inglés que no son traducibles al resto de los idiomas, y por mucho que los traductores, con sus notas, intenten aclarar los sinsentidos, son demasiados como para ser tolerables.

¿Que si he acabado ya? No.

Todavía me queda algo que no soporto: la falta de imaginación y el anarroseo indiscriminado.

El novio pánfilo y cretino, Julian, es abogado de Derechos Humanos. ¿De qué me suena eso? Ah, sí, igual que Mark Darcy, el de Bridget Jones.

Rebecca pasa un rato humillante porque acude a una fiesta disfrazada de algo ridículo y ella es la única que lleva disfraz. ¿De qué me suena eso? Ah, sí, igual que le pasó a Bridget Jones, en una fiesta, ella iba de conejito.

La "prueba" de que Julian quiere a Rebecca es aparecer en un juicio porque ella se ha metido en un lío, y gracias a él, ella queda exculpada y libre de toda sospecha. ¿De qué me suena eso? Ah, sí, igual que hizo Mark Darcy cuando Bridget Jones estaba en una cárcel de Tailandia.

Seguramente habrá más, pero estas son las más cantosas... Y vamos, a mí no me haría ninguna gracia si fuera Helen Fielding, por mucho que se mencionara El Diario de Bridget Jones en el libro, aún poniéndolo bien y todo.

En fin, por si no ha quedado claro: que NADIE pierda su precioso tiempo (y mucho menos su dinero) en este bodrio de poca calidad literaria y que además hace aguas por todas partes. Lo he advertido, y quien avisa no es traidor.