El fin de semana pasado terminé la segunda entrega de la saga Millenium, cuyo parco (nótese la ironía) título es LA CHICA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA, del fallecido Stieg Larsson (dudo mucho que a estas alturas de la vida el autor de esta saga no se conozca).

En el anterior libro Lisbeth se descubrió a sí misma bastante colada por Mikael, quien, sin quererlo y merced a su relación con Erika (que cada vez entiendo menos), le rompe el corazón. Desde aquí empieza la segunda parte de la historia.

La contraportada pone en antecedentes:
Lisbeth Salander se ha tomado un tiempo: necesita apartarse del foco de atención y salir de Estocolmo. Trata de seguir una férrea disciplina y no contestar a las llamadas ni a los mensajes de Mikael, que no entiende por qué ha desaparecido de su vida sin dar ningún tipo de explicación. Lisbeth se cura las heridas de amor en soledad, aunque intente distraer el desencanto con el estudio de las Matemáticas y ciertos placeres en una playa del Caribe.

¿Y Mikael? El gran héroe vive buenos momentos en Millennium, con las finanzas de la revista saneadas y el reconocimiento profesional por parte de colegas. Ahora tiene entre manos un reportaje apasionante sobre el tráfico y la prostitución de mujeres procedentes del Este que le han propuesto Dag Svensson, periodista de investigación, y su mujer, la criminóloga e investigadorea de género Mia Bergman.

Las vidas de los dos protagonistas parecen haberse separado por completo, pero entretanto... Una muchacha, atada a una cama, soporta un día tras otro las horribles visitas de un ser despreciable y, sin decir palabra, sueña con una cerilla y un bidón de gasolina, con la forma de provocar el fuego que acabe con todo.
Lo cierto es que no cogí esta segunda parte con la ansia que preveía cuando me picó el gusanillo de leer la saga, puesto que con el otro libro me aburrí bastante. Al menos, este tiene un desarrollo bastante constante: no he tenido que esperar a la segunda mitad del libro para ver un poco de acción.

Pero aún así, aunque esta segunda parte ha sido mejor que la primera, me que quedado un poco asín. No me ha impactado, no me ha dejado sin respiración, nada. Me ha dejado un tanto indiferente, ésa es la verdad. ¿Me ha gustado? Sí, pero un sí con poco entusiasmo. La frase que me sale al describirlo es: no está mal.

Sigue teniendo detalles superficiales y absurdos pero en menor medida a la hora de describir las situaciones, pero he notado una considerable mejora. No entiendo muy bien a qué venía toda esa paranoia de las Matemáticas y el teorema de Fermat. Y he decidido que si algún día me voy a Suecia a vivir, pondré una fábrica de pan de molde, porque me quedo con la sensación de que allí sólo se subsiste a base de café y sándwiches.

La verdad es que no puedo aportar demasiado porque, como digo, no es que me haya entusiasmado esta historia. Como había visto la película de la primera parte, algunos detalles del desenlace no me vinieron de sorpresa, aunque la revelación en la página 648 sí, la verdad. Pero sólo eso. El final me ha parecido una paja mental en toda regla... No sabría explicar exactamente por qué no estoy sin respiración como casi todo el mundo que ha leído este libro, pero es así.

Pero eso sí, pienso acabarme la trilogía. Ea.
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1 Response
  1. Anónimo Says:

    No, es que este libro no es el mejor: ni de la trilogía, pienso, ni del género. Pero es entretenidillo


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